La Brother Veritus’ Website anunció en el 2004: “Descubrimientos rusos del ADN han comprobado científicamente que nuestro ADN (cuerpo–mente) es programable por el idioma, las palabras y el pensamiento.” (wwwluisprada.com 10/2/2004). En las investigaciones rusas participaron genetistas, biofísicos, lingüistas y otros especialistas que sospecharon que el código genético se agrupaba en forma de sintaxis y reglas similares a las idiomáticas, sobre todo los alcalinos, componentes del 90% del ADN, considerados “basura” para las investigaciones genéticas que se centran en el otro 10% considerado útil, por estar compuestos de proteínas y aminoácidos. El mismo grupo informa que el biofísico y biólogo molecular Pjotr Garjajev, bajo la hipótesis del “comportamiento vibracional de los cromosomas vivos”, pudo comprobar “que no se necesita la decodificación del ADN para actuar sobre él”. Ya que los pares alcalinos del ADN no sólo responden a las estructuras idiomáticas básicas, “sino también al sonido, ¡a la palabra!”. Algo que fue probado experimentalmente. Esto implicaría que es enteramente normal y natural para nuestro ADN reaccionar ante el pensamiento y el lenguaje. Si comparáramos la historia de Jacob, pudiéramos afirmar, que ese concepto estaba aquí; pero no lo sabíamos. ¿De qué otra manera los inspirados escritores de las tradiciones y la Biblia le dieron tanta importancia a la palabra, al verbo hecho carne? ¿De qué otra forma podemos explicar la fuerza de las oraciones, los resultados de la hipnosis; los mantras; la influencia de los medios masivos de comunicación y las curaciones espontáneas de cáncer a las que la medicina científica no le halla explicación? ¿Cómo podremos explicar las fuerzas desconocidas de las emociones para recrear o destruir nuestros organismos?
Los rusos crearon nuevos aparatos y sensores (ibid.) que influyen en el metabolismo celular a través de frecuencias de radio modulada y de luz para “reparar defectos genéticos”. Captaron los patrones de información de un ADN en embriones de ranas sanas, y “actuando sobre el genoma [lectura de la codificación de los genes] de una salamandra, lograron transferir los códigos de embriones de ranas a la salamandra” repararon el defecto existente. Todo sin ninguna acción de contacto físico entre ellas. No se reportaron efectos secundarios. Este resultado fue conocido desde la antigüedad por la parasicología (telequinesis, transustanciación). La Biblia tiene innumerables referencias de este efecto. Además, los medios de comunicación utilizan la información subliminal para provocar cambios de conducta, gusto y decisiones. La homeopatía y algunas vacunas utilizan este principio. Si evaluáramos con ojos reduccionistas y dogmáticos estos descubrimientos, concluiríamos que la ciencia confirma al Antiguo Testamento, pero ese no es el objetivo de la misma. En todo caso, la ciencia ha confirmado este descubrimiento que demuestra que Dios sigue actuando en la historia de los seres humanos a través de la inspiración, la palabra y el amor por la vida. (Fragmento del libro en vías de publicación: El aliento de vida es el mismo para todos. Un acercamiento bíblico a la medicina holística (tesis de teología, 2006).
Nunca cesa uno de asombrarse con los descubrimientos de la ciencia y la manera en que éstos confirman los aspectos síquicos intuidos de la naturaleza humana. María Salgado
ReplyDeleteMuy interesante. Esto demuestra la efectividad de la logoterapia, entre otras cosas y también como sostienes en la nota el poder del Logos--El Verbo, La Palabra-- Gracias, Deyne, por compartir esta interesante e instructiva nota.
ReplyDeleteUn abrazo. René Dayre